ELEMENTOS INQUIETOS

jueves, 30 de diciembre de 2010

PREAMBULO DE UN SILENCIO de ÁNGEL GONZALEZ

Hay silencios que rompen el sonido en mil pedazos. Silencios, que hacen añicos cualquier palabra. Dicen, eso de que el silencio, rasga y destroza el contenido de cualquier palabra aunque la envuelva un gran y férreo continente (claro, hay grandes palabras, dicen). Significado hecho picadillo, por el silencio, dicen. DonTrasto, por el momento, oye y escucha el silencio, dicen, que tiene mucho que decir. Callo, y escucho yo también.


Porque se tiene conciencia de la inutilidad de tantas cosas
a veces uno se sienta tranquilamente a la sombra de un árbol
en verano
y se calla.

(? ¿Dije tranquilamente? falso, falso:
uno se sienta inquieto, haciendo extraños gestos,
pisoteando las hojas abatidas
por la furia de un otoño sombrío,
destrozando con los dedos el cartón inocente de una caja de fósforos,
mordiendo injustamente las uñas de esos dedos,
escupiendo en los charcos invernales,
golpeando con el puño cerrado la piel rugosa de las casas
que permanecen indiferentes al paso de la primavera
una primavera urbana que asoma con timidez los flecos
de sus cabellos verdes allá arriba,
detrás del zinc oscuro de los canalones

levemente arraigada a la materia efímera de las tejas a
punto de ser de polvo.)
Eso es cierto, tan cierto
como que tengo un nombre con alas celestiales,
arcangélico nombre que a nada corresponde:
Ángel
me dicen
y yo me levanto
disciplinado y recto
con las alas mordidas
quiero decir: las uñas
y sonrío y me callo porque, en último extremo,
uno tiene conciencia
de la inutilidad de todas las palabras.




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